Cerca de cumplir medio siglo de sus primeras exposiciones
colectivas, los artistas italianos del “povera” (no pocos de ellos ya muertos)
siguen manteniendo un predicamento, o poder expositivo o de convocatoria,
realmente envidiable. No es para menos. El siglo XX italiano ha tenido tres
grandes movimientos artísticos: el futurismo de Vanguardia, los pintores
fascistas de “Valori Plastici” y su “vuelta al orden” tan propio del periodo de
entreguerras europeo (algunos de estos pintores, no sus principales nombres que
ya tenían una cierta edad, sí alguno que otro de los más jóvenes,
posteriormente emigraron a la Argentina contribuyendo a “formalizar” y
categorizar la pintura figurativa de este país a partir de la década de 1930),
y naturalmente los creadores del movimiento “povera”, reunidos y agrupados,
pero sobre todo “pensados”, por Germano Celant precisamente en los años en los
que Italia vivía un auténtico “milagro económico” nada “povero”. Dejo
conscientemente fuera de esta secuencia de maestros de la creación artística a
los pintores de la “Transvanguardia”, pues en sus momentos de mayor brillo y
esplendor (impostados) nada tenían que compartir, en grandeza artística e
intelectual, con los movimientos citados, por no hablar del triste y patético
final que han tenido los integrantes de ese tan mediocre y comercial invento.
Los artistas del “povera” han tenido una gran fortuna expositiva
no únicamente en Madrid, se puede decir que en toda España, tanto individual
(sobre todo) como colectivamente, luego de la soberbia inicial muestra que en
tanto movimiento se realizó en este mismo espacio, en el Palacio de Velázquez
de Madrid, en los años ochenta. De ahí que la pregunta primera que se impone
es: ¿Qué decir de nuevo e interesante de un artista de este grupo, así el
magnífico Luciano Fabro? Poco importa ahora que estos creadores posteriormente
rechazaran o matizaran su pertenencia al movimiento en cuestión, pues ya se
sabe que los artistas en cuanto “están colocados”, o pueden volar solos, se
suelen olvidar de los duros momentos del inicio de sus carreras, cuando estar
acompañados resultaba más interesante y “cálido” que la dura e ingrata soledad.
Y al primero que “asesinan” es, indefectiblemente, al crítico o teórico que les
agrupó y estudió. No todos los artistas obran así. Generalizo en exceso, lo
admito. Bien. Todo muy “humano, demasiado humano…” Menos mal que ahora ya nadie
se atreve a crear ningún "movimiento".
Ciertamente, hay muchas formas de escritura. Para esta ocasión considero que un poema puede decir más y mejor sobre la obra de Fabro que una escritura crítica o teórica al uso. Por supuesto, no se trata de un poema y poeta cualquiera, ni siquiera de uno que consideremos bueno, o digno. No, para nada. Hablo de Eugenio Montale, un auténtico Príncipe de la Poesía, uno de los más grandes poetas italianos y europeos del siglo XX, y entregado traductor de la poesía española a la lengua italiana. Nacido además en las playas del mar de Liguria, donde finaliza la suave bajada que se inicia en Turín, o la montaña, y se pierde en Génova, o el mar. El mismo territorio y geografía (tan importantísima en su obra) donde nacieron y vivieron casi todos los artistas del “povera”. Creo que este poema del gran Montale, tan de “humana naturaleza”, interés compartido por estos artistas, sirve muy bien para “explicar” la obra de Fabro (y de no pocos de sus compañeros). Con total sinceridad considero que no merece la pena agregar nada más.
"Tendré ante mí un lugar de limpia nieve
más tan ligero como el paisaje de un tapiz.
Resbalará un destello lento
Entre el algodón del cielo.
Selvas y colinas llenas de invisible luz
me harán el elogio de los festivos retornos"
más tan ligero como el paisaje de un tapiz.
Resbalará un destello lento
Entre el algodón del cielo.
Selvas y colinas llenas de invisible luz
me harán el elogio de los festivos retornos"