Cortesía Artista y Galería Álvaro Alcázar |
La exposición actual del
artista gallego Lino Lago en la Galería Álvaro Alcázar, de Madrid, es menos una
exhibición de obras (lo que podemos entender por “cuadros” o “pinturas”) que un
planteamiento de determinadas cuestiones que se sirven de la imagen, o la
iconografía visual que el artista considera oportuna, para desarrollar, desde
la misma práctica pictórica, un ejercicio (tan seductor visualmente como
implacable en su propia “denuncia constructiva”) donde por igual contemplamos
una teoría metalingüística de la pintura en tanto que acción que “enmarca” una
narrativa visual, como un análisis social sobre la necesidad de insistir y
perseverar en el ejercicio de la pintura misma. Ambas situaciones, o ambas
derivas conceptuales, se confunden con la misma imagen que contemplamos, hasta
el punto que el artista exige un cierto compromiso discursivo, o al menos un
intento de visualizar las obras por otros medios o caminos, como elemento
constituyente de esas pinturas que interrogan al espectador en el mismo momento
que son percibidas visualmente por este. Pero volvemos al inicio de este
párrafo, por su hubiera alguna duda. Estamos hablando de pintura, de cuadros de
pintura, y el primero que desea dejar esta situación muy bien definida es el
propio artista.
Cortesía Artista y Galería Álvaro Alcázar |
Con el título de “Espacio
Reservado” (más allá de su acierto o ineficacia ningún título es ingenuo, o
posee el color blanco de la indiferencia) Lino Lago ha pintado unas telas que
son, básicamente, espacios por igual de significación e interrogación. Queremos
decir: estos cuadros “significan” cosas y situaciones, pues poseen una decidida
voluntad narrativa (hablar de “realismo” figurativo sería una media verdad,
incluso una falsedad), pero ese mismo fácil reconocimiento de lo observado se
diluye (se prostituye, se pervierte, se desfigura, se transforma) en una
intervención, u acción, que su autor sitúa en el centro de ese imaginario
descriptivo o “novelístico” (más que narrativo) con el ánimo y voluntad de
asesinar lo que tan fácilmente reconocemos, siempre y cuando aceptemos el juego
establecido por el artista: el arma con la cual se comete el asesinato es la
propia historia de la pintura, en concreto desde que ella se cita a sí misma, o
a sí misma se seduce en un inacabable e infinito juego de espejos que reflejan
por igual su helado vacío como su barroca desfiguración. Cuando se aceptan
estas reglas de juego impuestas y administradas por su inventor, la pintura de
Lino Lago empieza a dar sus frutos: esa severa familia decimonónica únicamente
resulta creíble precisamente cuando ha sido asesinada con expresionistas
brochazos delincuentes; el texto que vemos “pintado” desea ser leído cuando el
artista lo ha salpicado con relucientes gotas y manchas del mejor Sam Francis
(para entendernos y sin la obligación de leerlo al pie de la letra); la
delicada flor sobre fondo negro más la frase “¿qué hace esta jodida flor aquí?”
nos emplaza a una consideración gramatical de la propia imagen (tan vulgar, tan
clásica y sobada) de una flor…
Cortesía Artista y Galería Álvaro Alcázar |
Los ejemplos citados podrían
ser todos y cada uno de los cuadros expuestos, pero consideramos oportuno
utilizar la figura retórica de la sinécdoque (la parte por el todo) para
mostrar, lo más visualmente posible, la idea que Lino Lago tiene de la pintura.
Además, en el interés discursivo de este artista la obra se ejemplariza por un
fragmento ausente, por una totalidad agrietada, por un “campo de color”, o por
una mancha que aspira a poseer la misma audacia narrativa que ese señor (todo
él color sepia) que sirva de base y sostén para que esa mancha pueda a sí misma
contarse como si de una olvidada biografía se tratara.
Cortesía Artista y Galería Álvaro Alcázar |
Hay algo magnífico y
perturbador en esta muy buena exposición de Lino Lago, que únicamente te regala
aquello que antes has debido de procesar desde el pensamiento y el análisis.
Como si Magritte y Baldessari (artistas, estoy convencido de ello, que
interesan mucho a nuestro artista, si bien es justo señalar que desde las Vanguardias hasta el presente es motivo de su atención e interés) se encontraran en un parque de atracciones, en la atracción de los espejos deformantes ( "Espacio Reservado"), y
tanto uno como otro, desde sus diferentes tiempos y desde las diversas interpretaciones
y lecturas de esos mismos y diversos tiempos, se emplazaran en la interminable
conversación sobre la imagen y su retórica circunstancial, sobre el lenguaje y
sus faltas, sobre el arte pictórico y su “NECESIDAD” (las mayúsculas son
intencionadas). Para finalizar, muy buena, seductora e inteligente muestra de Lino Lago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario