sábado, 14 de septiembre de 2013

LAURA TORRADO -"La oscuridad natural de las cosas"- Canal de Isabel II (Madrid)



Todas la imágenes aquí reproducidas son cortesía de la artista.
Al igual que la música de Wagner (el más famoso de sus practicantes, si bien no el único), la obra de Laura Torrado se estructura y se identifica tanto a sí misma como al espectador que a ella se aproxima por medio del “Leitmotiv”, recurso sonoro que permite el recuerdo o la memorización de un determinado argumento de la obra ya pasado, y de nuevo actualizado en una nueva situación, por medio de ese “leitmotiv”, o cita musical. Dependiendo de la disciplina utilizada (y el interés artístico de la autora se expande por diferentes universos referenciales y temáticos, al igual que diversas son las herramientas utilizadas) se introducen y desarrollan diferentes motivos, y que pueden variar por medio de colores, composiciones, símbolos, personas, gestos, melodías, frases…, pero al estar dentro de la obra se identifican plenamente con su contenido representado y sólo se usan en relación con ese contenido. Por decirlo en corto: en la obra de Laura Torrado el “leitmotiv” es la constante que  inspira (y salvaguarda) la considerable variedad (instrumental, nunca mejor dicho) su ya dilatado quehacer artístico.  

 


Con el afortunado título de “La oscuridad natural de las cosas” hace muy poco se ha clausurado la exposición dedicada a Laura Torrado de sus últimos veinte años de trabajo en el muy piranesiano espacio del Canal de Isabel II. Antes de situarnos en el contexto específico de la muestra quisiera hacer algunas puntualizaciones, digamos “prácticas”, y que me parecen esenciales para mejor captar la esencia de la exposición. Cuando digo que el título me parece muy apropiado es porque en él (hecho menos frecuente de lo que creemos) vemos una lógica concordancia entre enunciado y contenido expuesto, como si en el mismo título ya estuvieran, en un salvaje y veloz escorzo,  las características formales y conceptuales que definen la obra de Laura Torrado. La exposición ha sido comisariada por Mariano Navarro (brillante y muy aclarador el ensayo por él escrito)  con una gran profesionalidad, pero también con una, digámoslo así, sofisticada “ambientación” (inteligente y ligera, nada pesante) que tiene su punto de inflexión en el deslumbrante montaje llevado a cabo en esa especie de “Torre de los 7 jorobados” que es el depósito del Canal. Debido, precisamente, a las singulares características arquitectónicas del espacio Mariano Navarro ha llevado a cabo lo que también podríamos definirlo como un recorrido visual, y en vertical, de esos “leitmotivs” que van pautando (y puntuando) por igual la obra expuesta como el tránsito del espectador durante toda la exhibición. Por último, en el catálogo (muy bien diseñado, y por tanto “bello” en tanto que objeto) hay una extraordinaria entrevista de Alicia Murría a la artista que bien podemos definir como “enciclopédica”, por la extensión de la misma y por lo que abarca (y más correctamente, por la información que suministra y que hace más comprensible las derivas estéticas de la obra)  de la biografía vital y profesional de Laura Torrado. Leyendo precisamente esta entrevista me he percatado de que tan antigua como noble acción informativa, una entrevista, debería ser más frecuente su práctica en las exposiciones que parten de una revisión antológica de la obra de un artista. Por supuesto, el asunto es más complicado de lo que parece, pues a la solvencia intelectual y profesional del entrevistador (cuando la hay, y no siempre es fácil encontrarla) hay que unir la deseable honestidad (o decencia, o ética) del entrevistado, y ello aún es más complicado y difícil. Además, los artistas con eso que no diferencian entre vida y obra el resultado puede ser una “Commedia dell’Arte” que ni ellos mismos se la creen.

 

¿La obra de Laura Torrado es “feminista”, es decir, adscrita a determinados presupuestos de lo que en el presente entendemos por “arte de género” (absurda expresión que nada dice y que todo confunde), o, bien al contrario, es una obra interesada en la construcción de dispositivos donde la idea y concepto de “mujer” (no tanto en “lo femenino” que, sospecho, la autora no está demasiado interesada)  sirva para establecer universos referenciales y auto-biográficos? Mirando y remirando su obra pienso que se puede afirmar que la segunda parte de la interrogación va más acorde con el talante personal y profesional de la artista. Por supuesto, sin duda, que es una obra “feminista” pero con unos rasgos diferenciados y muy personales con respecto a determinada ortodoxia oficial, marcando la suficiente y elegante distancia entre vida y obra, o entre biografía y profesión, o entre conocimiento y auto-conocimiento. En toda la obra de esta artista siempre hay una “distancia correcta” entre pensamiento y expresión, la misma que, muy inteligentemente, crea entre obra y espectador, obligando a éste a una consideración de lo observado en función de esa misma distancia. Observando con detenimiento su obra nos percatamos que el triunfo mayor de su autora es resituar el pensamiento emocional del espectador (tenga éste el género biológico que tenga) dentro de las estructuras sensibles de la misma Laura Torrado, y con ello la acción, inteligentísima, de proveer al espectador de unas herramientas de conocimiento que por género, educación o formación, no le corresponden, pero susceptibles de ser leídas y asumidas en tanto que “universo sensible”. Llegados a este punto, sí que podemos afirmar que la obra de Laura es “feminista”, pero lo sería más como acción indirecta que como arrogante demostración de un “ser mujer” que en el absoluto de su acción no se olvida de fecundar (intelectualmente) a aquellos a quienes desea aproximarse.

 


No nos dejemos engañar por el tango,  y pensemos que sí, indefectiblemente, que veinte años son muchos, tantos como para que a lo largo de este espacio de tiempo la obra de Laura Torrado se haya densificado bajo las circunstancias propias de toda experiencia de vida. Dado que el montaje alterna, y con muy buen criterio, en diferentes capas y series, los “leitmotivs” que han definido la obra de la artista en estos veinte años, se da la fértil paradoja que series de hace diez, quince años, se intensifican con la promiscua proximidad de otras en las que la autora se encuentra inmersa en el presente, o lo estuvo en los últimos años, estableciendo de esta manera dialécticas productivas entre, por ejemplo, “El Dormitorio” (1995) o “Hammam” (2013), serie esta de una perversión que espero poder algún día desarrollar tal como se merece tan inteligente trabajo; o entre “Selfportrait” (1994) o “You” (2009/2013); o entre “Pequeñas historias bucólicas” (2006, serie que desconocía y que me parece magnifica) y “El Presentimiento” (1995). Quiero decir con esto lo siguiente: lo que “ayer” fue leído bajo unos rasgos y presupuestos concretos en el “ahora” lo interpretamos con otros radicalmente distintos. Unas lecturas no son mejores que otras, simplemente se han “aggiornato”, como dice los italianos, bajo la implacable luz del presente. Pero hay una sorpresa maravillosa y última, muy reciente, la fastuosa serie “Vida suspendida” (2012/2013, dibujos técnica mixta sobre papel), que, literalmente, sin retórica alguna, no puede describirse, hay que verla, mirarla, observarla, degustarla, de ella y con ella “vivirla”.

 

Empezamos con Wagner y acabamos sin él, pero con música, o sonidos, pues, luego de haber escalado la torre de aguas, llegamos al último espacio que la corona, en el cual Laura Torrado ha creado una instalación sonora (“Prana”, 2013) donde el espectador se relaja después de tan densa y fértil travesía. Yo estuve como un cuarto de hora pensando (o no pensando), que, a lo largo de la vida, más tarde o más temprano,  uno tiene la posibilidad de crear, a su manera y con sus medios, la obertura musical que acompaña a toda experiencia de vida y obra.