martes, 9 de diciembre de 2014

LUCIANO FABRO - Palacio de Velázquez (Madrid)


Cerca de cumplir medio siglo de sus primeras exposiciones colectivas, los artistas italianos del “povera” (no pocos de ellos ya muertos) siguen manteniendo un predicamento, o poder expositivo o de convocatoria, realmente envidiable. No es para menos. El siglo XX italiano ha tenido tres grandes movimientos artísticos: el futurismo de Vanguardia, los pintores fascistas de “Valori Plastici” y su “vuelta al orden” tan propio del periodo de entreguerras europeo (algunos de estos pintores, no sus principales nombres que ya tenían una cierta edad, sí alguno que otro de los más jóvenes, posteriormente emigraron a la Argentina contribuyendo a “formalizar” y categorizar la pintura figurativa de este país a partir de la década de 1930), y naturalmente los creadores del movimiento “povera”, reunidos y agrupados, pero sobre todo “pensados”, por Germano Celant precisamente en los años en los que Italia vivía un auténtico “milagro económico” nada “povero”. Dejo conscientemente fuera de esta secuencia de maestros de la creación artística a los pintores de la “Transvanguardia”, pues en sus momentos de mayor brillo y esplendor (impostados) nada tenían que compartir, en grandeza artística e intelectual, con los movimientos citados, por no hablar del triste y patético final que han tenido los integrantes de ese tan mediocre y comercial invento.
 
 
Los artistas del “povera” han tenido una gran fortuna expositiva no únicamente en Madrid, se puede decir que en toda España, tanto individual (sobre todo) como colectivamente, luego de la soberbia inicial muestra que en tanto movimiento se realizó en este mismo espacio, en el Palacio de Velázquez de Madrid, en los años ochenta. De ahí que la pregunta primera que se impone es: ¿Qué decir de nuevo e interesante de un artista de este grupo, así el magnífico Luciano Fabro? Poco importa ahora que estos creadores posteriormente rechazaran o matizaran su pertenencia al movimiento en cuestión, pues ya se sabe que los artistas en cuanto “están colocados”, o pueden volar solos, se suelen olvidar de los duros momentos del inicio de sus carreras, cuando estar acompañados resultaba más interesante y “cálido” que la dura e ingrata soledad. Y al primero que “asesinan” es, indefectiblemente, al crítico o teórico que les agrupó y estudió. No todos los artistas obran así. Generalizo en exceso, lo admito. Bien. Todo muy “humano, demasiado humano…” Menos mal que ahora ya nadie se atreve a crear ningún "movimiento".
 
 
Con total sinceridad considero que esta muestra de Fabro (comisariada por João Fernandes, y montada de una manera "rara" por ser amables. Debido a la crisis hasta los subdirectores se han puesto a trabajar como si se trataran de un currito cualquiera) resulta más interesante e enriquecedora cuanto menos se piense en ella. Quiero decir: gozarla con una absoluta “gratitud de la mirada”, o visibilidad extrema y pura ante lo contemplado, sin la utilización discursiva de una posible alta o baja teoría. Máxime cuando la muestra en tanto que tal ha priorizado las “maravillas visuales” de las principales series de Fabro, y alejarse con inteligencia y prudencia de interrogar productivamente la obra entera del artista de una manera “otra”. Me parece muy bien, yo al menos así la he entendido, y es como mejor la he disfrutado. Es sabido que a los creadores italianos les cuesta muchísimo formalizar “algo” que no sea seductoramente bello, pues incluso hasta la “fealdad” termina por parecer siempre hermosa, tal es el alto nivel de educación estética que poseen. También es el caso de Luciano Fabro (Turín, 1936-Milán, 2007), por supuesto que sí, el más matérico y “grave” de los artistas “povera”. El más “físico”, sensual y "operístico", por descontado. Pero esencialmente esta es una muestra bella, muy bella. De tanto en tanto considero muy sano e higiénico no estar siempre “buscando tres pies al gato”, y que en esta muestra, ya puestos, se encontrarían sin ningún problema, sobre todo en la instalación o "puesta en escena", para ser más correctos. Pues eso, a relajarse un rato y a gozar.


Ciertamente, hay muchas formas de escritura. Para esta ocasión considero que un poema puede decir más y mejor sobre la obra de Fabro que una escritura crítica o teórica al uso. Por supuesto, no se trata de un poema y poeta cualquiera, ni siquiera de uno que consideremos bueno, o digno. No, para nada. Hablo de Eugenio Montale, un auténtico Príncipe de la Poesía, uno de los más grandes poetas italianos y europeos del siglo XX, y entregado traductor de la poesía española a la lengua italiana. Nacido además en las playas del mar de Liguria, donde finaliza la suave bajada que se inicia en Turín, o la montaña, y se pierde en Génova, o el mar. El mismo territorio y geografía (tan importantísima en su obra) donde nacieron y vivieron casi todos los artistas del “povera”. Creo que este poema del gran Montale, tan de “humana naturaleza”, interés compartido por estos artistas, sirve muy bien para “explicar” la obra de Fabro (y de no pocos de sus compañeros). Con total sinceridad considero que no merece la pena agregar nada más.



 
 
 
 
 
 
"Tendré ante mí un lugar de limpia nieve
más tan ligero como el paisaje de un tapiz.
Resbalará un destello lento
Entre el algodón del cielo.
Selvas y colinas llenas de invisible luz
me harán el elogio de los festivos retornos"

 

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